He vuelto a releer un libro que me emociona como el
primer día.
Hace un par años viajé a la India empujado por un amigo que es... "culo de mal asiento", y atraído por el hecho de ver el contrate con mis propios ojos; pues siempre es más fácil ver a esos niños raquíticos vestidos de colores estridentes desde la comodidad de tu sofá que mirarles a esos ojos grandes y brillantes que no dejan de sonreírte; me compré un vuelo a la cuna del curry. Y me enamoré, del país.
Yo
había estado recientemente en esos mundos mágicos de gentes más mística que
reales, nacidos del curry y pintados de saris de colores vivos, pero...yo sólo había ido de
pasada por esos lares. El señor Dominique le había prometido amor eterno a la
India, y sus obras escritas eran sus cartas románticas, y sus organizaciones
benéficas y ayudas económicas a otras tantas causas, la huella viva de lo que
siente por el país de ovidaos habitantes.
Este libro engancha e inspira (aunque recomendaría toda la bibliografía de este hombre), y como te pille en un día tonto, muy tonto, terminarás mirando billetes a Nueva Delhi. Así que... ojo!
Hace un par años viajé a la India empujado por un amigo que es... "culo de mal asiento", y atraído por el hecho de ver el contrate con mis propios ojos; pues siempre es más fácil ver a esos niños raquíticos vestidos de colores estridentes desde la comodidad de tu sofá que mirarles a esos ojos grandes y brillantes que no dejan de sonreírte; me compré un vuelo a la cuna del curry. Y me enamoré, del país.
Tras
un mes recorriendo el Rajistan y parte de la costa oeste del país, terminé en
un hostal de Mumbay. Durante el camino conocía a una española tan loca como
cuerda que se estaba dedicando a recorrer el país de mochilera, y me dio un gran
regalo, un gran libro, "India
Mon Amour", de Dominique Lapierre (actualmente, uno de mis héroes).
En mi última noche; cayendo una lluvia monzonica que no permitía ver nada más allá
de tu nariz, con la cabeza más aterrizada en Barajas que mis macutos varios;
intenté encontrar algo de relax en la lectura. Y lo único que conseguí fue
emocionarme en cada historia, a cada paso del viaje de Dominique Lapierre en
sus dos versiones: en la del majestuoso viaje en Rolls Rois de palacete en
palacete digno de ser patrimonio de la humanidad, a la humilde y visceral
aventura a pie, tren, tuc-tuc- y autobus viviendo entre los que menos tienen y
más ricos son.
Este libro engancha e inspira (aunque recomendaría toda la bibliografía de este hombre), y como te pille en un día tonto, muy tonto, terminarás mirando billetes a Nueva Delhi. Así que... ojo!
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